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viernes, 11 de noviembre de 2011

YA AMANECIO

Un suave viento recorre el jardín. Las hojas de los helechos se mesen y susurran entre sí dando la más cordial bienvenida a los primeros rayos del desaparecido sol. Aún es posible contemplar el rocío que se ha formado sobre las plantas; geranios, lirios, rosas, jazmines y violetas han vestido sus bellos pétalos con delicadas gotas cristalinas.

Aún está obscuro, pero un tímido rayo de sol ha iniciado su recorrido iluminando el sendero de la entrada. Poco a poco todo irá cubriéndose de luz.

Los jilgueros en sus nidos sacuden sus alas y dan sus primeros trinos al viento saludando al cielo. También saludan a sus vecinos los ruiseñores, quienes están preparando a sus pichones para iniciar con sus clases de vuelo para que a su tiempo puedan abandonar el hogar.

El tímido rayo de sol ya ha avanzado por entre el jardín ¡ha ampliado su tamaño! Ha tomado para sí el territorio y está dispuesto a conquistar el terreno en su plenitud. Su luz ya ha logrado separar el día de la noche, la naturaleza lo sabe y se prepara para el esplendor del nuevo día.

Las trabajadoras hormigas, perfectamente formadas, desfilan desde su complejo hogar hasta el otro lado del jardín, donde han encontrado un delicioso fruto que ha caído del peral. Cada una marcha con una misma misión y una sola visión por la que está dispuesta a dar su mejor esfuerzo. Son un solo equipo, un solo cuerpo, una sola mente; fuertes y responsables.

El pequeño rayo de sol ha llegado a inmediaciones del fresco jardín y ha crecido en su transitar por el mismo. Una mariquita se ha posado sobre una hoja de lirio, para tomar un delicioso baño de sol antes de iniciar el vuelo matutino. Sus vívidos colores sobre el verde esmeralda, es tan contrastante que es imposible pasar desapercibida a pesar de su tamaño. A su lado reposa una cristalina y pacifica gota de rocío; estática y diáfana.

Ha transcurrido solamente un momento y el jardín ya rebosa de esplendorosa luz. Un concierto de avecillas y pequeños insectos inunda el ambiente, dan la gloria a su creador por la provisión del día y el refugio nocturno; coronando al sublime amanecer.



¡Ya amaneció!

(Salmo 40:5)

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